Lo primero que hemos de plantearnos es por qué la cerámica es un material sostenible.
Nos encontramos ante un material destacado a la hora de cumplir con los actuales estándares de sostenibilidad en la industria de la construcción, recogidas en la ISO 17889-1. Dicha sostenibilidad se ha logrado gracias a diferentes avances tecnológicos y a las características de la materia prima de la cerámica. Efectivamente, la arcilla y el agua son dos elementos de impacto medioambiental reducido.
Un primer ejemplo de esta contribución a la sostenibilidad estaría en las fachadas ventiladas. El empleo de la cerámica en exterior permite ahorrar entre un 20 y un 30% en gasto de calefacción y refrigeración. Si pasamos al interior de la vivienda, la baja porosidad de la cerámica le confiere un alto grado de impermeabilidad. Eso quiere decir que nuestro hogar gozaría de una mayor protección contra bacterias.
¿Y qué pasa con la resistencia y la durabilidad?. La cerámica asegura la inalterabilidad de sus dimensiones gracias a su resistencia a altas temperaturas, ya que se obtiene a través de la cocción de arcilla a 1200 grados. Asimismo, al estar frente a un material tan resistente nos evitamos el tener que preocuparnos de un mantenimiento excesivamente complejo o incluso de tener que reemplazarlo. No olvidemos tampoco que la baldosa de cerámica es ignífuga, y por ello evita la emisión de humos tóxicos en caso de incendio.